“Eran tiempos duros, corría el año 2199, la civilización había desaparecido -al menos como la conocían nuestros abuelos-. La miseria, el hambre y las dictaduras apoyadas por los países ricos hicieron que a principios del S.XXI el llamado tercer mundo se levantara en armas, y agrupándose bajo el denominado "Batallón de la Cochambre" hiciera que se tambalearan los cimientos del estado del bienestar, el sueño americano, el romanticismo de París y la madre que lo parió.
Ante la perpleja mirada de los burócratas de la O.N.U., oficiales de la OTAN y la prensa del corazón, las fuerzas rebeldes sembraron el caos e indujeron los culebrones para mermar la moral y el intelecto de Europa y Norteamérica (bastante dañadas ya por el fútbol, los videojuegos, los reality-shows, La Niña Pastori y la amenaza de Jesús Hermida de hacer de comentarista en el IV Campeonato del mundo de Ajedrez). Todos estos sucesos desembocarán en lo que ellos denominaron "La Guerra del Hambre", la tercera y última Guerra Mundial.
Pasaron los años y, como era de suponer, la revolución fué aplastada y reducida a un sueño. No hubo ni vencedores ni vencidos, ya que la humanidad pagó caro la utilización de armamento nuclear y bacteriológico, cuyo resultado fué la total aniquilación de toda vida vegetal y animal, así como una atmósfera irrespirable. […]”
(Finisterra, Mägo de Oz)
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